lunes, 19 de diciembre de 2011

¿Cuan cruel puede ser el tiempo?


E. me comentaba el otro día, que desde que su hermana se fue de su casa estaba a cada hora mas triste. Nunca lo había visto así, siempre sonríe a todo el mundo, y es el chico que al verlo u oírlo te parece capaz de sacar sonrisas en cualquiera. Pero estábamos viendo la tele mientras esperábamos con ansias que escampe para poder dejar el sofá de mi casa de una vez, y en una repentina sobriedad de sentimientos me lo contó.
La extraño...
Era difícil para mí entenderlo cuando nunca tuve la desdichada gracia de extrañar a alguien, pero me quedé en silencio. Al menos para no demostrar mi falta de cordialidad para esos asuntos que me parecen lejanos. Miramos tele un rato más, alterados un poco, por el hecho innegociable de que no parase de llover.
Me contó que suele creerse de forma, según dijo, totalmente errónea que los sentimientos por una persona pueden terminar con el tiempo. ¿Cuán cruel puede ser el tiempo cuando el recuerdo eterno está suspendido en la nada? Si ella regresara, comenzarían a discutir otra vez, como buenos hermanos, y diría nuevamente y enojado que la prefiere bien lejos. Pero más pasaban los días, y me daba la impresión de que más la idealizaba, más le adjudicaba a ella la alegría perdida en su hogar.
Comenzó una película de Marilyn Monroe en el canal de las clásicas, y viendo que la lluvia no cesaría, tomé una frazada y con unas galletitas dulces en bandeja, ambos nos quedamos tapados en el sofá. Sentados, distanciados, firmes, sin siquiera rozar nuestras manos como llegué a ilusionarme de que podría pasar.
-         Lo mejor que pudo pasarle a ésa fue morirse.- me dijo señalando a Monroe cuando ella apenas apareció en una escena. Hermosa, con un vestido blanco en perfecta conjugación con aretes blancos, y el cabello artificialmente blanco también, sonriendo con luz propia.
Mordió una galletita y tras masticarla con el tiempo y la calma de que yo no exigiría ninguna explicación, procedió a dármela.
-         Si hubiera llegado a vieja se hubiera muerto sin bombos ni platillos. Pero murió joven, hermosa, y en la cumbre de sus problemas. Como para que jamás la olviden, y para que tejiesen mitos en torno a su esplendoroso cadáver.
-         Es un poco cruel, considerando que había sido bastante infeliz en vida.
-         Cada vez estoy más seguro de que las vidas felices son las menos interesantes.
-         Eso supongo. De otra manera no tendrían tanto éxito las películas sobre la Segunda Guerra Mundial.
Logré sacarle una sonrisa. El Pianista es su film favorito, lo sé aunque nunca me lo haya dicho, lo vi echando una lágrima cuando la vimos.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos


Irupé me hacía demorar siempre en el café a pocas cuadras de donde parábamos a esperar el bus después de las extenuantes seciones de aprendizaje silencioso en las mesas de la biblioteca de la universidad. No me molestaba, el aroma del café debería de considerarse una entre las mejores terapias antiestrés en la actualidad, un verdadero masaje a todos los sentidos. Las cucharitas de plata, en aquella polvorienta cafetería de mitad de siglo, persistían aún en la insulsa y dañina moda de las cucharas de plástico, adoptadas por los bares de media ciudad. Tenían formas curvas talladas en el decorado que siempre me daban ideas para nuevas pinturas, como si fuesen mutando con los días, no me aburría de ellas.
- Historia del Arte es un bodrio.- me comentó Irupé una vez- de seguir sin aprobar esa, me inscribo en derecho.
- Es muy subjetivo.- admití mientras miraba el diminuto manguillo de la cuchara.- cambia según qué autor analice.
- O según el criterio del profesor que de la clase -concluyó encendiendo un cigarrillo.
- Apagalo, es un lugar cerrado.
- No me van a decir nada.
El mozo se acercó con una bandeja de dos cafés bombones, miró de reojo a Irupé, y ella le habrá sonreído, porque él no dijo nada. La cuchara que dejó al margen de mi plato tenía unas iniciales talladas con caligrafía antigua. Iniciales.
- ¿Qué es ésto?
- Una cuchara.- me contestó riéndose de mi.
Perdí el interés en el asunto cuando Irupé tiró el humo hacia arriba meneando la cabeza de un lado a otro. Nada me hacía sentir más fuera de lugar que me echaran en cara el estar empecinada o simplemente interesada en un imposible, en algo que no significara nada, o en algo que no existía. De niñas me había pasado cuando ella se reía de mi por quedarme despierta esperando la llegada de aquel hombre vestido de rojo en todas las navidades. Me quedaba dormida, ella se quedaba dormida a mi lado, y al despertar nuestros padres habían puesto regalos firmados por un tal Noel.
Cubrimos las cuadras restantes hasta la parada del bus y esperamos durante quince minutos a que el condenado aparato llegara. Recordé la cita de García Márquez en el memorable momento en que la locomotora llegó a Macondo, «un asunto espantoso como una cocina arrastrando un pueblo», el bus desecho que debíamos tomar para llegar a la casa Residencial para Señoritas era lo único que me recordaba a mi ciudad natal, ese pequeño intento desglorificado de Macondo del que logré escapar un día.
- Mirá quién está ahi.- me indicó Irupé tratando inútilmente no ser obvia.
LA FRASE DEL TÍTULO PERTENECE A  CORTÁZAR de la novela RAYUELA, si la quieren leer, no se van a arrepentir nunca

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Also Know As... What a Life!

»¡Música
Melancólico alimento 
para los que vivimos de amor.»
Cortázar, Rayuela.

Estaba en una plaza con mi perro y E. a eso de las cinco de la tarde, con el sol de atardecer quemándome la espalda y el pasto picándome las piernas, cuando sonó mi teléfono y recibí un mensaje que me llenó de alegría, la noticia de que en verano (y después de mucho tiempo) nuevamente voy a visitar la ciudad que más me gusta el en planeta, es lo bastante gratificante como para dejarme sonriendo bobamente por varios días seguidos. Se lo dije a E, y él me sacudió el cabello, como si hubiera ganado un premio, joder, no gané nada, solo me regalaron una alegría. Como si me leyera la mente, me pasó un auricular y puso What a Life.
Es raro, no es que haya conocido tantas ciudades, pero lo que me pasa con ésa en particular es como al enamorarse a primera vista; no existe competencia, no existen errores, es una ilusión pero parece demasiado real para llevar esa definición, pero de hecho es demasiado ilusoria y perfecta para definirse como real. Y ninguna canción me parece más adecuada que What a Life, tan irreal, tan perfecta, todos quieren llevarse a un tigre de paseo, todos quieren perseguir un arcoíris, todos quieren encontrar a su héroe.
 Me recosté en el pasto, y fué imposible no hablar de Noel Gallagher,  y fué imposible no reírse al hablar de él, y fué imposible no mencionar la desasón que me da saber que Oasis ya no existe.
- Suena a Coldplay.- agregó rascándose los ojos a mitad de la canción.
- Suena a mi ciudad.- le contesté y planeé guardarla de esa manera.
- Intenté que A.M. escuchase uno de Oasis el otro día.
- ¿Y?- contesté deprisa, en parte por querer saber qué pasó, en parte porque sabe bien que me molesta muchísimo que hable de su novia.
- No hay caso.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Fue una margarita

-. Las maldades sin sentido concreto dejarían en evidencia que somos naturalmente malos,
pensé, 
pero no estuve ni estoy de acuerdo conmigo misma, pese a que llegué a esa conclusión precisamente en el momento en que terminé de ser cruel con algo que no merecía ni la más mínima crueldad, y que también era inutil, porque después de todo solo quise apoderarme de una de las tantas pequeñas maravillas que solemos tener en un camino, pero que de ninguna manera lograría que me perteneciera. 
Solo me di cuenta cuando terminé de arrancar aquella flor, que la única forma de perdonarme sería dejándola inmortal en medio de un libro.
 
 

Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos.
Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inùtil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz. 
La flor piensa: "es como una flor"
.- Julio Cortazar, Historia de Cronopios y de Famas